Diarios

Hay ocasiones en la que ves a alguien y no puedes tomar una foto, así que va muy bien tomar nota si se tiene oportunidad y una manía irrefrenable de analizar a todo el que se te sienta delante en un tren que tomas dos veces diarias:

Veintidós de Enero de Dos mil once. Pasan de las 10 de la mañana, lugar indeterminado, poca atención por mi parte al respecto...probablemente en Olesa de Montserrat.


Hoy voy tarde ya que me lo puedo permitir, de normal estaría medio grogui en el tren de las 6 de la mañana. Tengo nueve días de fiesta de hoy en adelante. Frente a mi un matrimonio anciano, contemplativos ante la ventana viendo pasar la vida sin prisa. Poco después de irse, se llenan los asientos circundantes con tres nuevos ocupantes, me rodean y me ofrecen una banda sonora poco adecuada al libro que estoy devorando ( demasiado interesante como para ser leído), así que decido dejar de leer y observar. Frente a mi una chica latinoamericana, con deditos cortos y rechonchos. Tiene una cara probablemente ideada por un diseñador de bollería industrial -en el caso de que tal oficio exista-  rellena y algo masiva, de ligero color chocolateado. Observo y descubro pliegues allá donde no los había visto jamás en una cara.

A su lado con gafas de pasta y vidrios rojos, cuidado vestuario con reminiscencias femeninas, curvas extremas propias de un circuito de carreras y de un cuerpo descuidado, calvicie en estado avanzado y un marcado proceder y lenguaje que podríamos etiquetar como homosexual ( al estar plagiado de oseas y otras perlas), un señor que no me transmite excesiva confianza y no parece tener ninguna relación con las dos muchachas restantes.

La que queda, y a mi lado, un prototipo de choni -término acuñado por el imaginario popular-. Cara achatada de aspecto introspectivo y piercing en el labio, ropa de la china industrial, aliento a cierta hierba que dicen que se fuma. Se pone a hablar sobre una vieja película que dice haber visto con la otra chica, esta le responde con películas gore... no tienen ni una mínima idea, ningún tipo de criterio cinematográfico, cada seis palabras inventan una nueva sobre el tema, es una masacre. Miro al exterior, de pronto túnel, todo se vuelve negro. Retomo mi lectura, antes aprendo léxico nuevo al oír: "... y a la tía de la película, le jalan la pierna..." y me pregunto cuánta hambre tendría aquel que le arrancase la pierna a la pobre chica de la película.



Me desconecto, pongo mute a la banda sonora y leo. Faltan pocas estaciones para mi parada.


Y vuelvo al largo camino hacia Dénver, que hizo aquel que se apodó a sí mismo como Sal Paradise...


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1 Comments :

  1. La lectura de los libros nos proporciona esa capacidad para analizar la realidad y recrearla, como tu tan bien has hecho.
    Saludos a pares, desde la estación.

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